martes, 29 de noviembre de 2016

SI LA POESÍA ES VERDAD, EMOCIONA “LO SALVAJE”

   
       Poemario por venir que está en las cardinales horas últimas de gestación: “Lo salvaje”.

     Recital de Vega Cerezo Martín, en el día de su 46º cumpleaños, en el que ha presentado su nuevo poemario —que se editará en 2017—.
 No disponemos de libro ni papeles, y lo que aquí se refleja ha sido tomado “de oído” en la presencia de la poeta.
       Sin paracaídas ni flotador, toma impulso esta crónica.

Presenta Alberto Caride
    Vega Cerezo nos ha invitado decididamente a probar las manzanas en el árbol, para que sintamos la energía que late, y no que se escatime dulzor ni acidez —términos antitéticos y confluyentes— de lo que serán cada uno de sus poemas. Nos ha participado y compartido en la savia viva del poema que, como frutas colgadas, ha derramado en la viveza del huerto, dándonos a morder las dos partes: la coloreada y madura y, también, la zona oculta del sol entre las hojas.

  La poesía de Vega es verdad. Lo muestra con rotundidad certera y sintética densidad en “Ars poética”, brevísimo poema:

          Lo único que sujeta al poeta
                 es el poema’’.

       El recital ha sabido breve, quizá por la emoción que ha invadido el ámbito de ‘Zalacaín’ con la palabra de Vega y ha envuelto en la noche a los moradores eventuales, el reloj ha galopado y se ha llegado al final, venturosamente alargado en los bises.

     El título del poemario, “LO SALVAJE”, cuerpo del que hemos visto excelentes ecografías, —de una gestación, según la poeta, de ya dos años—, se publicará el año que viene, y se va a ultimar y perfilar en Buenos Aires, a donde la autora marcha becada por una empresa y que quizá se dé a la luz en la capital porteña.

       Nos aclara Vega Cerezo que en el poemario que hoy nos ofrece hay mucho de ‘animal’, y que entronca con su primer poemario, “La Sirena dormida” (2010), también y con el segundo, “Yo soy un país” (2013), del que, en los bises, ha recitado el poema que le da título.
         Es su gran tesoro poético, humano y sentimental.

Y ahora “Lo salvaje”, libro que toma su nombre del poema de igual título y razón:

Mi vientre ha sido cueva de bellísimos animales
        poemario de sensaciones polarizadas en las partes extremas, sin concesiones, en el difícil y voluntario encuentro de los opuestos.

       Siempre con el ser humano en la tierra, en el aire y en la convivencia de los vivos, animales todos, (‘ángeles fieramente humanos’ que diría Blas de Otero, autor del que ahora se celebra centenario).

   
    Y dice Vega que:

   “…hablo de lo que puedo
    cuando los días me hastían…”

      Es poesía de tono crudo vital a la vez que intimista, como es el caso del poema “Invierno en el invierno”:
    
 “…la violencia del invierno devoraba
   a dentelladas el otoño…”

donde el animal más destacado es el hombre, en su terrible verdad:

“…también dormida ansío devorarte…”.

      Nos ha deleitado con un recorrido por el séptimo arte con el poema cinematográfico “Lo bello y la furia”:

“…antes de entregarse a la lucha
mi corazón dice que hay tiempo…”


…”…como un aprendiz de dios
que inventara
el invierno para mí
      
        De alta emotividad, reciedumbre y tensión es el poema “Rompeolas”, vivido y ubicado en la Torre de la Horadada: la figura del padre, la concurrencia de voluntad en los lazos de sangre, el respeto admirado, en torno a la figura del padre, el hombre que sale cada día a caminar hasta tocar la piedra del rompeolas y volver, tal como es la vida misma: esfuerzo —a buen paso—, meta, tenacidad y la solidez de la piedra a la que se volverá una y otra vez, en la cotidianidad del camino vital.
     

    Vega Cerezo nos ha seducido y atrapado con el poema “Vivir en viernes” (que, luego, ha sido reproducido en el bis), historia que permanece viva de los lejanos, ¡ay!, días escolares, de la amistad íntima, ingenua y sincera, de quienes se trasponen como héroes de tebeo, de película y de serie de televisión, con chicle y calcomanía: pegan y frotan en roce intuitivamente erótico las calcomanías, comparten sensaciones y un singular aprendizaje de “hacer hijos” que luego se repetirá en la edad adulta y en la intimidad del hogar.
       La poeta nos ha hecho cómplices emocionalmente poéticos.

      Y, ¡ah! vuelta a la sin concesiones y dura destemplanza de lo salvaje con el poema “El ángel tuerto”:
      
“…devoré a la criatura
   y broté de la tierra quemada…”
(…)
“…en los nueve meses me pregunté
si mis criaturas serían
azules o rosadas…”

      La poesía de Vega Cerezo es honda e intensa, más que suficiente como para dar cuenta de ella, pues incide en el modo en que habitamos la naturaleza, cuando no se es distinto ni opuesto a ella.

   Tarta de cumpleaños.
 Dispongamos el espacio poético y humano a la parte salvaje de lo que somos, y aguardemos con expectación efervescente el libro de Vega.

jueves, 17 de noviembre de 2016

PERIPLO DESDE EL MONTE ARABÍ HASTA LOS “LIBRICOS” DULCES, EN EL EJE DE ADRIANO.

      Hablamos de YECLA. Y de un encuentro cultural en el Altiplano de Murcia.
        Donde hay mucho que ver y, por supuesto, que contar.

   La Asociación de Protectores del Museo de Bellas Artes, de Murcia (APROMUBAM) se echa al camino y, en esta ocasión, viaja hasta Yecla.

     Y, como ocurre en la memoria de cualquier relato viajero, a la pregunta de “¿por dónde empezamos?”, pues hay que responder —solo sugerir, inducir— “¡por el principio!”.
     (Esta hilvanada descripción puede llegar a ser incluida en la memoria anual de la Asociación cultural).

      Así que vamos hasta el lugar de los ancestros, el solariego monte ARABÍ, patrimonio de la Humanidad, (que toma su denominación de la proximidad a la rambla del mismo nombre).
[Aunque agrada el nombre de “Arabí”, sin tener relación, solo coincidencia con los ecos cultos y místicos de Ben Arabí, el místico sufí y filósofo murciano del siglo XII]. 

  A lo que íbamos.

 Dejamos el autobús aparcado y, por un camino—senda forestal, nos dirigimos al conjunto histórico artístico. A lo que se puede acceder, claro. Que, ahora mismo hay mucho protegido, por estudio y en evitación de vandalismo incomprensible, pero cierto, no se puede visitar. 


      El Monte Arabí es la montaña mágica de Yecla, como se sabe. Bien se encarga de repetirnos la rubia responsable de la cultural excursión, por si en última instancia queremos formular un deseo… o dos.

      El guía de esta mañana nos recibe, acoge y orienta. Es un hombre joven muy bien informado, que habla rápido y con profusión de datos explicativos, también salpicados de anécdotas, tanto del lugar como de su contenido: las pinturas rupestres.
   
   Y la importancia más que significativa del monte y sus históricos caminos y confluencias.

    Solo hemos podido visitar los dos cantos de visera; el segundo en estado de conservación sensiblemente mejor que el primero. 


    Las pinturas rupestres se ven bien.

   
 Ayudados por el guía (¡lo que sabe este hombre y cómo lo desgrana!), —luego lo será también guía en el Museo Arqueológico yeclano—, 
     se acaba descubriendo los trazos, a la vez que explica las claves y significados. 



     Estamos a 18 Km. del casco urbano de Yecla. Vamos en autobús, circunvalando, porque este tipo de vehículos no pueden entrar en el centro.

 
   Y en el museo Arqueológico nos desembocamos.

       Entramos, y, al poco, abruma la iluminación de las piezas: es tan fuerte y de luminosidad blanca que distorsiona la obtención de fotos que sean captadas desde el teléfono móvil: no hacen justicia a la belleza de los objetos artísticos que conserva este museo.
       Unas originales, otras copias bien hechas.
     La distinción queda para los entendidos, (que en este grupo son muchos).
 
Y recorremos las salas, despaciosamente y con inquieta expectación para llegar a la sala donde está la special guest star: es el busto de ADRIANO, emperador romano de origen hispano, a quien., tras su muerte, convirtieron en dios.
¡Gran pieza en este museo de Yecla!


La escucha es atenta, casi de veneración. Bella escultura.
     Indicaciones y comentarios del paraje cercano donde fue encontrada y… la certeza de que puede haber más piezas. 

     Se hace presente, también, la novela “Memorias de Adriano”, de la francesa Marguerite Yourcenar, que tuvo gran éxito de público en los años 82/83, del siglo pasado, por la bondad de la obra y porque se difundió que era libro de cabecera del, en aquel entonces, presidente del gobierno de España.
       Relato de la vida y muerte del emperador Adriano.
En él, el emperador medita y reflexiona acerca de sus años de reinado, de sus triunfos militares, del amor, de la amistad, de la poesía, de la música, del arte, de los viajes, de la paz, de la pasión…


 M. Yourcenar anotó la conocida frase de Gustave Flaubert:

«cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón a Marco Aurelio, en que solo estuvo el hombre».

    Ver y admirar escultura dentro de la escultura para involucrar al espectador en la obra. Y aquí lo tenemos, Adriano en Yecla.

    Se establece un diálogo entre el visitante y el busto de Adriano.
    Es la manera en la que se muestra y presenta, en lugar de ofrecer sus limitaciones. Un viaje alrededor de Adriano que tiene como destino el arte, en el sentido en el que se desarrolló cuando la talla gozaba de otro tipo de funciones, como la devoción política y, luego, la religiosa. Todo trasciende hasta la conciencia artística.
Entre los visitantes se siente interés por la historia y por la conocida atracción que los romanos del imperio tenían por la Antigüedad. 

      Visitamos otras salas. 

 
 Camino del sótano, hay un mosaico romano, casi completo.
  
El clima seco permite la milagrosa conservación de algo tan frágil como las teselas. Como este, preservado en buen estado (y algunas piezas dañadas, lamentable).
   Mosaico y relieve configuran una estética en extremo vibrante.


Llegamos a las bodegas. 
    O lo que fueren.

Causan cierta impresión. 
   




       Y, ¡ah! otra sorpresa.

      Recomiendan subir a la parte alta: lo que el museo ‘esconde’.

        Encontrarnos con ¡El Greco!

       Sí, sí: copias de un sin número de obras (más de 70) de El Greco. Copias excelentes y en tamaño original.

  ¡Y están en Yecla, expuestas todas juntas!

     Seguro que están orgullosos de tenerlas y de que se propicie el estudio y admiración sobre Doménikos Theotokópoulos, El Greco. Y las visitas al museo. 

      Coincidimos en que está bien este despliegue y es un buen motivo.






     Concluida la visita al Arqueológico, hay que comer.

     En un restaurante donde se han apalabrado las viandas para los comensales, que van a dar buena cuenta de lo que se pone en la mesa. 

    El plato estrella es el gazpacho manchego, al que se llega después de ingerir abundantes provisiones de aperitivo.
No ha estado mal la comida, incluido el café. 



       Aquí nadie piensa en dar una cabezada, aunque el autobús viene a recogernos. El trayecto es breve, y aguarda la guía de la tarde, una yeclana, María Inmaculada, 

   que nos lleva a la plaza del Recuerdo para iniciar desde ahí una amplia y documentada visita de calles y edificios, trufada de anécdotas.                       
 
Por las calles y plazas céntricas.
Edificio singular es el teatro “Concha Segura”. 



  Sorprende que todavía hoy resulte limitado el conocimiento que la comunidad artística tiene acerca del rico y complejo entramado de Yecla.



Continuando ese proceso, Mª Inmaculada nos propone un nuevo testimonio expositivo: allí arriba el castillo —no subiremos hoy, claro queda—, más cercana, la Iglesia Vieja: ¡pobre edificio, mal restaurado y casi decrépito!

         Y al otro lado de la plaza, el oratorio y el monumento al arcabucero, de tanta enjundia en Yecla. 




Lugar singular donde se cruzan los caminos de artistas y creadores.

     En un ambiente de raigambre religiosa yeclana, la Iglesia Vieja es museo de Semana Santa. Es así teóricamente, ya que en su organización no es una plataforma museística.

 Yecla muestra escena viva y atrayente por su diversidad y por la propensión al cambio, proyectos reunidos que deben dialogar, que confluyan entre sí y conecten con el visitante, para avivar espacios de socialización y de debate cultural, generando “paisajes” que apelan a la capacidad de interpretación. 


     Concluimos en la basílica la visita, la Iglesia Nueva.

      Templo referido a la memoria como fuente de inspiración, confrontando épocas, realidades distintas. diferenciándose la imagen “medieval” y la sensación despersonalizada con visiones oníricas y sensaciones del pasado, que producen las cúpulas y que se enfrentan como realidades, en donde destacan los frescos de Muñoz Barberán.

     Y el Cristico, salvado de las llamas de los años 30, y que es de gran devoción yeclana, 






        Concluimos en donde habita la Soledad”, de Salzillo, “escultura-joya”, la percepción y valoración de la obra de arte. Hasta aquí llegó la calidad del escultor emblemático de Murcia y Alicante. 





       Y, ahora, sí, concluido lo cultural de piedra, a lo cultural de sabores. Así que a degustar los suavemente dulces ‘libricos’ yeclanos en una confitería, donde los visitantes apromubánicos adquieren diversos productos.


       Sobre el año 1992, más o menos, hubo un anuncio de Yecla, que se hizo con un artefacto electrónico, en aquel momento avanzado, llamado ‘Croma’ o clave de color, aparato de técnica audiovisual utilizada en publicidad que consiste en extraer uno o varios colores de la imagen y dejar ‘vacía’ esas áreas.
         

        Pues bien, en aquel trabajo publicitario aparecían mujeres y hombres en postura de sentados, en una supuesta mecedora y sofá, muebles que no se veían. Otros actores acostados en una cama aparentemente inexistente. Parecía que estaban mágicamente suspendidos “en el aire”.

Y la frase promocional era:

Si quieres ver muebles, ven a Yecla

He tomado prestada aquella situación y me atrevo a escribir:

Si buscas historia y arte, sin extravío, gratifícate en Yecla

martes, 8 de noviembre de 2016

RAFAEL MARTÍNEZ CUADRADO, POETA, VOZ DE LUZ, DE SOMBRA Y SOLEDADES

“Si hoy es lunes, es que estamos en Zalacaín”

   
  Ciclo de recitales, lunes 7 de noviembre… comenzamos.

La Poesía, que aquí tiene templo de culto poético e insaciable apetito, recibe hoy en ofrenda el poemarioEl polvo y la ceniza, de Rafael Martínez Cuadrado.



       Le presenta Francisco Martínez,  catedrático universitario, escritor de significada inclinación cervantina, y un aval más: es hermano del escritor, Paco, quien recorre con densa brevedad, con conocimiento de la obra y en el afecto indudable hacia el hermano, quien asegura que lo importante de este momento es lo que Rafael quiera mostrar esta noche.

        El libro que en el ara del sacrificio del Café Zalacaín se ofrece, ante aficionados y entendidos, llega considerablemente avalado: obtuvo el premio ‘Ciudad de Irún’.
        Se recogen, en las páginas 82 y 83 del libro, las palabras de razón poética de Antonio Colinas, acrisolado poeta, estudioso y crítico literario, dice que el autor:
        “…en su libro no cae en ningún desliz, y en definitiva un libro bastante redondo, bastante acabado. Una de las características de esta obra es la cultura (…) que se muestra en un lenguaje preciso, sin excesos, muy puro”.

      Francisco Javier Díez de Revenga, Catedrático de la Universidad de Murcia, en La Opinión de Murcia, publicó que Rafael Martínez Cuadradoes un consumado humanista y un gran lector de poesía. Su producción tiene una sólida inspiración poética”.
     (…) “todo el volumen se halla presidido por una cohesión lírica extrema, que ya viene sugerida por el significativo título del poemario ‘El polvo y la ceniza’” (…)
   

 “Es una poesía presidida por los recuerdos, por la memoria, por la lamentación constante de lo que se ha marchado, de lo fugitivo de la existencia y de los días. La angustia que preside todo el poemario lo hace más directo, más cercano, y también más universal”.
        (...) Non omnis moriaris”, titula uno de los poemas glosando a Horacio, “no morirás del todo”. Nada morirá del todo porque para eso está la poesía”.

       …Y con esto podría quedar concluido, dicho amplio y bastante, para certificar la calidad poética del libro y para recomendarlo. Si este testimonio lo formulan, entre otros, dos reputados expertos y actores poéticos, nada puedo añadir: el trabajo serio ya está hecho.
No obstante, el trabajo de lectura tiene aún tajo donde cultivar y habrá que decir algo. Como destacar dos aspectos formales, algo más que anecdóticos. El primero es que el libro está bien editado: tapa dura —para que aguante muchas lecturas—, sobrecubierta en color; hojas de buen grosor, tipo y tamaño de letra muy legibles. Ya es un buen comienzo para acercarse al contenido de la obra.
      El otro es, como avisó Francisco Martínez en su introducción, que se trata de poemas con rima y ritmo, versos medidos, que justifican la actitud del autor que, con recia voz segura, ha desplegado una lectura entonada, trabajada, la memoria le funciona y observa al público con intencional mirada de compartir. Y lo consiguió.
     Superando la gravedad de los temas con un fino humor, aún en la emoción, con seria austeridad sentimental, Rafael ha logrado que su libro lo sea para ver y escuchar.

(Escrito en la sobrecubierta, lo cual facilita el acercamiento)

         Una primera lectura del contenido poético, muestra la inventiva verbal de Rafael Martínez, quien sorprende con inesperadas sensaciones, con aciertos expresivos destacables, en los cinco segmentos del libro:

  1ª sección.- Familia.-

      Significativas personas en ausencia: la del padre y la del joven hermano, que se internaron en el camino sin retorno,

“…pues tu amargura aún persiste
    y tu sonrisa aún presencio”.

Al hermano José dedicará dos emotivos sonetos, de los que extraemos:
“…No te despiertes. Sigue así, dormido,
    mientras brilla la luz de nuestras estrella
    anhelante del mundo prometido”.

Como también del ‘Responso’ por el padre:

Ahora que no puedes responderme
  dime, padre, si existe un paraíso
  donde podrá mi espíritu sediento
  reconquistar tu corazón herido”.

             Y la ternura hacia la madre presente:
 “Mientras lloran tus ojos me contemplo en tus lágrimas…”

Un retrato familiar de alcance universal, como nos enseña el conocido verso de Wordsworth, El niño es el padre del hombre, la infancia recreada se mueve entre dos orillas: una, el paraíso perdido. Otra, la infancia como época.

2ª sección.- El arte y el artista. Varios de sus textos nacen de la visión de creaciones artísticas ajenas.
Acrisolados en endecasílabos, los aspectos líricos del verso:

“…Si el alfarero da la forma al barro,
    el poeta le da la forma a la idea”.

         Con la herencia de lecturas intensas de autores de calidad probada: Borges, S. Freud, Alberti, L. Panero, Luis García Montero... -por nombrar a unos pocos-; con los dones del poema: dioses, musas, labor paciente y minuciosa.
          Y haber leído mucho, como ha sido su especial dedicación a la Grecia clásica:
  
Pues ha llegado, amigos, el momento
 en que alegre y sereno voy camino
 del Hades…”
(‘Testamento de Epicuro’).

3ª sección.- Erótica: amor y desamor.
Canciones empedradas de desamor, inspiradas en experiencia que niega con ímpetu: se escribe desde la perspectiva de un personaje y basado en la cotidianeidad.

Destaca el cuadro mediterráneo, ‘Marina’:

“…Vuelan gaviotas en el cielo y siento
la eternidad gozando este momento…”

En ‘Eros y Thánatos’, cuando la muerte es el camino hacia la nada eterna…
  
“…Desde mi soledad ya no hay frontera
    que separe el presente del pasado.
    Huésped de mis recuerdos yo quisiera
    evocarte en desdén enamorado.

“¿Dónde saciar mi sed sino en tus labios?
(‘Búsqueda’)

También hay que acentuar la continua presencia de la “soledad”, que resiste en la reflexiva madurez, como dificultad a la atención de la tragedia íntima. Muestra de ello:

Te doy mi soledad. Es todo lo que tengo...
…Te doy mi soledad. Dame tu aliento
(‘Invocación’)

“…Porque mi soledad te busca entre los nombres…”
(‘Palabras de amor’)

4º sección.- Toponimias.
Poemas a ciudades y lugares: Cádiz y Granada. Mediterráneo y Mar Menor.
De entre ellos, dedica un poema a su hermano Jerónimo, ‘Paseo en Cabo Roig’
“…Era un atardecer de cualquier día”.
   




        5ª sección.- Meditaciones elegíacas.

En realidad, no existe independencia entre las cinco piezas del volumen. La elegía y la soledad en la poesía.
Crónica de un tiempo de elegía, donde plasma el dolor. Difícil y conmovedora conclusión del libro.
Y lo hacemos con el poema que da título al libro, un soneto crepuscular y emotivo:

Como la luna alumbra una vereda
donde sin luz andamos al vacío
en una noche eterna. Como el frío
que hiela nuestras almas, sin que ceda

al calor nuestro aliento. Nada queda
después de caminar junto a aquel río
que llaman del olvido. Y siento mío
el dolor de los hombres, la humareda 

de dolor que ha brotado a sangre y fuego.
En pavesas se mueve mi palabra
y en cenizas mi verso se convierte.

Nadie escucha mi voz, la voz de un ciego
Pidiendo en el silencio que alguien abra
los ojos que -cerrados- ven la muerte.


         Hechos que adquieren valor de elementos simbólicos y encaminan hacia el único desenlace posible. Buena literatura, íntima, sin gestos retóricos: lirismo en voz baja. Un sentido de extraordinaria elegía que preside este poemario de vida y en la que se mezclan recuerdos, contemplación de objetos al paso del tiempo, sensaciones de extremada sutileza y paisaje envolvente de la majestuosidad del mar.

Para leer despacio. Y también en voz alta.