domingo, 24 de julio de 2016

TRÍPTICO PARA EL DELEITE EN GALICIA: VINO, SABOR MARINERO Y MISTERIO. (I).- [ALBARIÑO]

EL VINO, PROTAGONISTA

     
  Según la tradición bíblica, desde que muchos siglos antes de Cristo, Noé volvió con el arca y tuvo que cultivar los campos, se conoce este caldo y sus efectos. De uno de sus frutos obtuvo el zumo de uva, que dejó reposar y bebió pasados unos días. Las consecuencias, tras tomar aquel líquido agradable y de extraño dulzor, fueron de alegre embriaguez, éxtasis y profundo sueño.


       Desde entonces, en torno a lo que se conoce y llamamos “vino”, se perpetuaron las prácticas, mejorando sus métodos y resultados.

      Los seres humanos han sentido un respeto reverencial por el vino, y tratan continuamente de acrisolar sus variedades, según las condiciones ambientales, de la tierra de donde proceden y para los diferentes paladares. 


     La diversidad de paisajes, rincones y ambientes, convierten a Galicia en uno de los principales reclamos de turismo paisajístico y cultural de toda España. El de los viñedos en parral es también una seña de identidad.

     Si consideramos que hay uvas criadas en tierras secas de España, en las de Galicia ya se produce una diferencia esencial: el agua cae con continuidad del cielo, manteniendo la tierra mojada; razón por la que los viñedos han de estar elevados, en parrales, y así evitar los problemas de la humedad y de las plagas.

         Fundamentalmente, dos son los vinos de Galicia: el ribeiro y el albariño.
 Ribeiro, denominación de origen más antigua de Galicia, significa "ribera del río", y se ubica a lo largo del río Miño y sus afluentes. Desde hace más de 1000 años, el Ribeiro es un fenómeno comercial. Es un vino de aroma afrutado que agrada al paladar y a los sentidos.

Los suelos de viñedo son de granito en el clima marítimo atlántico de Galicia, con temperaturas suaves y lluvias abundantes. Las cepas se elevan en las laderas más soleadas para que los frutos no estén en contacto con el suelo. La uva es parte fundamental en todo vino y ha de ser especialmente cuidada.

Galicia cuenta con su propia uva y vinos, a la que da nombre de Rías Baixas. Vinos blancos basados en la uva albariño, cuya antigüedad se remonta al siglo XII, que da un vino oloroso de sabor agradable.
Uva pequeña, blanca, muy dulce que no da tanto caldo como otras. De ahí su alto precio. Y le dedico estos versos:
Pequeña como un llanto,
como los suspiros,
la uva de Galicia es cosa pequeña.
Y los humanos por cosas pequeñas
vivimos y morimos
.

Vino que alcanza graduaciones entre 11º y 13º, el albariño se toma especialmente para acompañar el marisco. —Esto se entendió en las dos visitas programadas a bodegas, donde se degustó y muchos adquirieron botellas—.
Galicia cuenta con vinos tanto blancos como tintos.
Los entendidos en vinos de toda geografía aseguran que el mejor blanco es un tinto.                Y soy de quienes les dan la razón. Momento con sentido de la palabra.


            La palabra no deja de volar nunca.
            Las palabras poseen sentimientos personales. La relación entre lo que se escribe y el contenido a que se refiere se espera que ampare referentes comunes y se reconozcan.

            No es momento para reflexionar la sociedad gallega que deambula por los lugares nobles de las ciudades. A pocos metros del turista se desarrolla la estampa del trabajo y la sombra del narcotráfico y, sin acritud, se nota el choque sensorial de mundos, que es un tropiezo de identidades. Como en el vino, que dota de estilo para desnudar la falsedad, ir más allá de las individualidades es vivir Galicia.

 
       Ahora lo que toca es lo gozoso en palabras llenas de sensualidad, victoria del cuerpo y sus sentidos, del placer del vino y del marisco. Fuerza inevitable en lo perecedero de la belleza, del amor, de la vida sin más, sin teñir el discurso de tristeza.

El placer y su temblor
con el mundo a la espalda
afirmar la vida
para sentir así la existencia.

          Hay noches en las que se desea bañarse y beber en el río limpio. Acostarse después, cansado, y en lugar de conciliar el sueño, comprobar con asombro que los recuerdos no envejecen con la persona.
         Conservar en la memoria los momentos felices, borrando los disgustos. Aunque Eurípides, en la antigüedad clásica griega, sostenía que depende de nosotros el olvido de las cosas adversas, y solo recordar con alegría y dulzura las cosas benéficas, no conviene vaciar la memoria, porque ese es el camino hacia la ignorancia. 
        Por solo eso tiene sentido escribir todo esto, por recordar todo lo posible: se retiene en la memoria hasta lo que no se quiere retener.

         El arte de vivir, hoy tras Galicia, está asociado a una buena salud con una razonable memoria.

Luz y clara geografía,
tiempo feliz del viaje
que terminó hace tiempo
o que no ha terminado todavía.
Sobre el tiempo perdura, flota
camina en la mañana.
Sigue siendo, qué sencillo.
Tú ahora ves lo que digo
y todo es admiración y éxtasis,
como el sabor del vino.

          La mirada escucha, como la lectura, y aprovecha para construir estos mundos relatados. En los espacios de Galicia, donde mirar es ver y hablar, la influencia de la sombra de la poeta Rosalía de Castro invita a pensar.


       Así como la inevitable pasión de buen comer y beber, también literaria, por supuesto, del premio Nobel Camilo José Cela, quien no solo escribió sino que aún vive la sensación literaria de que se prolonga en los lugares donde gustaba de comer y beber.

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