Soy de una generación habitada por solidaridad y trabajo en los horizontes. Como si en el cielo hubiera más de una luna. En los viajes soñados, la fuerza de la gravedad es la misma en todos los espacios.
En la infancia del pueblo cuando,
en los libros de la escuela, —escasos de dibujos, casi ninguna foto—, se leía algún
capítulo concreto de Geografía sobre los ríos de España, lo del agua del Miño
resultaba maravilloso en su contraste: ¡tanta agua allí! que se vierte al
Atlántico, tan lejos de Murcia, la seca.
La región de Murcia y
Alicante, de tierra fértil y clima apropiado para las plantaciones todo el año,
necesita del agua: no la poseen. Y ha de buscarla afuera: la que le llega no es
suficiente, a través del trasvase Tajo-Segura, tan controvertido y protestado
por los castellano-manchegos.
El sueño del agua necesaria
y su proporción racional.
Se dice en Galicia que "el Miño lleva la fama y el Sil le da el agua" y es verdad. Pero, ¡ay!, el Sil da un agua muy contaminada al Miño.
En los años 80 del siglo
pasado se planteó tímidamente la posibilidad de que se hiciera un verdadero
trasvase abundante, casi inagotable: del río Sil, afluente del Miño, hasta el
Segura y el Júcar.
Evidentemente, no se estimó
siquiera. Alguien advirtió ya tanto de la elevada contaminación del río Sil como
de los fabulosos costes que hubieran supuesto las faraónicas obras.
(Una alternativa se proyectó ya en este siglo XXI, pero no se empezó:
llevar agua desde la desembocadura del Ebro hacia toda el área mediterránea
hasta Almería).
La del Miño y la del
Atlántico.
Y allí nos llegamos, al monte
de Santa Tecla, paraje elevado, en el municipio de La Guardia (Pontevedra),
donde desemboca el río. Este día no fuimos todos, pues era una excursión
opcional y hubo quienes, legítimamente, prefirieron otros itinerarios y
actividades.
Manifiesto el estremecimiento,
emocionada e inquieta vibración ante la visión del río Miño en su
desembocadura. Pues contiene significado añadido para quien esto escribe,
habitante en la ladera del río Segura, en tierras secas de Murcia.
Busco una sensación parecida,
tangencial, —salvando la distancia, la calidad sin comparación, aparece
la vanidad de decir—, la he encontrado en Cervantes, cuando escribe sobre lo que sucedió a don Quijote —en el capítulo 61— al llegar a la playa en Barcelona, la víspera de la noche de San Juan:
“Tendieron don Quijote y Sancho la vista por
todas partes: vieron el mar, hasta entonces dellos no visto; parecióles
espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera, que en la Mancha
habían visto”.
Intento una palabra
emocionada, un poema en el momento. Y pienso en esta agua que no emigra. Y así
quisiera que fuera desde el Miño-Sil hasta el Segura.
"Nuestras vidas son
los ríos
que van a dar a la mar
que es el morir"
(dijo Jorge Manrique en el siglo XV)
Sobre el río Miño
vuela la mirada.
Cesa el lejano sueño
de los días de la
infancia.
Sumergido en las
alturas,
paisaje de música y verdad,
ya es más que un nombre
vivido,
El agua avanza hasta el
océano
en mágico círculo,
tan bella como los
otoños.
Canto a la belleza
del agua perdida,
canto al goce de
tiempos añorados,
canto también a la
libertad.
Y a la melancolía por el
agua
ida para siempre.
No existe la espera
para las tierras
sedientas.
Ciega morir de sed
y no se halla verde
los ocres se refugian
debajo de los árboles,
en los álamos de las
riberas.
Y solo queda escarcha y
piedra,
lirios negros de luna
cuando se hace luz.
Caen las agujas de pino.
Las sombras y los
sueños afligen igual
y solo el viento escribe
palabras.
Río que bebiste el agua
clara
de la fuente Miña,
te entregas al cauce,
sonríes y te vas, con sigilo
entre el granito y la
larga claridad del día.
Te digo, río invisible,
Que la renuncia y
perder
es arte difícil.
Río que llevas las lágrimas
de los que te viven
y de quienes olemos el
sueño
de que seas arroyo
perpetuo
de la tierra fecundada,
sin que pasen más siglos.
Río irreversible como el
tiempo,
al paso de tu agua
pondremos flores pues
eres amado,
cumplirías los sueños
en el agua que corre
y fluye y pasa y sueña.
El poema, tiempo detenido y vagabundo, nunca acaba porque es un instante en el camino, ánimo y tiempo, aroma y música de lo que se percibe.
=====00000=====
Poco menos que ANÉCDOTAS.
La vida continúa y no es casi nunca poética.
Pero enseña con los hechos y las acciones. Son las pulsiones que observamos del
mundo.
Mari, la de Paco el del bastón, camina con la sandalia rota, la suela despegada, sorteando con decisión el peligro, saltando por las rocas, sin renunciar a la visión de este espacio. La mirábamos y conteníamos la respìración por si...
La verdad es que había que
verlo, porque a quien se le cuenta no se lo cree: la sandalia, levemente
enganchada al pie, se descoyuntó completamente ya cerca de las tiendas del
mercadillo. Allí, con indicación de Paco, el mercader unió con abundante cinta
adhesiva la sandalia a la suela. Y así, Mari pudo continuar hasta que, ya en
Portugal, a la tarde, se compró otras sandalias.
--------------------
La otra anécdota surge como
una víbora entre las ruinas de la inteligencia. En el espacio mínimo, discreto
del aseo público que allí en el monte había. Como siempre, la espera en cola
afecta al asignado a las mujeres. El de los hombres tiene mayor fluidez.
Había dos niños de unos diez
años que hablaban con una señora —que, probablemente, era su madre— y estaba en
la cola de género. También alejado de la puerta de acceso al urinario varonil
hablaba un jovencito con los niños.
Pregunté por el turno y nada respondieron.
A todo esto, salió del lugar
discreto un hombre, por lo que aproveché para el inaplazable y necesario alivio
de la vejiga.
Al salir, estas cuatro personas
que he nombrado (madre, dos hijos y un jovencito añadido), sin mirarme,
expresaron su malestar diciendo:
-
“¡Qué ‘morro’, se ha ‘colao’, ha pasado antes que nosotros!” –decía el adolescente.
-
La mujer meneaba airada la cabeza en apoyo de esa 'razón' y me miraba con desprecio acusador.
No me contuve y les expresé, también en voz alta, lo
que era una realidad evidente:
-
-
Pocas ganas tendríais
porque no estabais atentos en la espera y tampoco os habéis dado cuenta de que hay
tres piezas sanitarias y se puede entrar de tres en tres.
-
No soy joven pero todavía no
soy viejo. Miro todas las piedras que me llaman, para esquivarlas o para apoyo
y asiento.
Los cuatro se miraban con
cierto asombro cómplice entre ellos, entre el cabreo y la sorpresa, de que un
hombre mayor les hablara claro y con decisión:
-
“Y sigo pensando –continué- que poca necesidad de aseo
tenéis pues estáis refugiados cerca de la mamá, por si os pone un pañal, porque
vosotros ni para mear servís”.
-
Sin mirar atrás ni esperar
respuesta, que habría sido nuevamente inconveniente o polémica, sin quedar en
las pisadas, me fui. (Cosas que pasan y que también forman parte de la vida).
Afuera, allí abajo, estaba el río Miño, que ya no recuerda su inicio, entregando su agua al océano. Entre España y Portugal.
*************=========*************
(Hablaremos,
en la próxima entrega, de la comida y la breve estancia en Portugal, en Valença
do Minho)
Olé, Juan. Sensaciones, anécdotas, vivencias, poesía… Eso es la vida, y un viaje es vida condensada, intensa, para saborear después a capricho, y para compartir, como haces tú. Gracias.
ResponderEliminar¡ Anda que despachaste bien, con colofón incluído, a esos niños y a esa mamá...! Para compensar, un poema, esas fotos y tus descripciones que siempre, siempre, nos quieren llevar a esos lugares que has visitado tú primero. Y a fe mía que lo consiguen...
ResponderEliminar