- Me gustó. Me lo he pasado más
que bien, así de natural, -comenta Laura, que
de teatro ha visto y vivido bastante.
- Pues a mí, la risa me invadió
desde el primer momento, sólo de ver a los intérpretes caminar de allá para
acá, antes de comenzar, -dice Michel.
Noche de teatro. ‘Canna
brevis’ y sus “Menudencias” cierran temporada.
Aquí quedan y resuenan aún
los ecos de las palabras y los gestos en el aire espléndido, en cada esquina y
escalón del MUBAM.
- Me sorprendió la inmediata diversión
con la llegada de las dos chicas de los móviles, -insiste Michel.
- Son ellas mismas quienes
cerraron el espectáculo. ¡Qué graciosas! –comenta
Laura.
- ¡Y qué guapas! –exclama Michel.
- Hummm… Que te veo, que te
oigo, Michel…, que te ‘pasas’... Que esta noche no cenas… -anticipa Laura.
- Si yo sólo lo decía,… porque
son buenas artistas…
- De eso, sin duda. Pero tú…
- ¡Ah, yo me sentí acogida desde el principio, -apunta Lilian, que se cuela en la conversación. La música, tan sensual, tan amable. Las dos chicas: el piano es como una caricia de bienvenida; y el sonoro clarinete, como si su saludo hablara a cada cual.
-
Desde el principio, la música me envolvió… ese
piano, ¡oh!… música para el embeleso, desde la acogida y las llamadas del
clarinete, en cada momento..., -puntea Laura.
- Entrañables llamadas al
recuerdo. Me ha seducido la música, -se
extasía Lilian.
El hecho teatral es eso: alguien que pasa, que dice. Y otros ‘alguien’
que miran y ven. Quien hace y quien observa, se unen en participación. El embrujo
del hecho teatral tiene efectos colaterales positivos: une a las personas que
comparten mirada, sin conocerse, y se abre la llave que renueva sus voces.
- ¿Quién era esa señora que
habló primero? –pregunta
Michel.
- Se presentó como amiga del
grupo de teatro, y cómplice del público, -garantiza
Laura.
- Hablaba con mucho cariño, de
todos, -apunta Liliana.
- Tú es que fijas en todo,
-dice Michel-. Pero ha dicho cosas interesantes.
- ¡Claro! Como que lleva unos
cuantos años hablando en Latín. Es lo que se dice de alguien que es lista:
“¡Sabe Latín!” - revela Liliana.
- Entonces, habla en la lengua
de la sabiduría, -se entremete Pascual.
- Y en Latín, claro y fuerte, habla la sufriente y sufrida esposa del enfermo asegurado, -apunta Laura.
- ¡Esta sí que es lista! Latín
de los dioses. Encandilaría a los del Senado romano, -asegura Pascual.
- La actriz “Lola” ha culminado
el proceso de dominación sobre un territorio difícil, -habla entusiasmada Laura.
- Me ha gustado el romance que
introduce la explicación: ¡qué bien dicho por la chica, esa… así, bonica,
¡Charo creo que se llama! –dice Michel con
entusiasmo.
- - ¡No te digo…!
- Pues también habla en Latín, -asegura Pascual.
- Nada, hijo, que te han gustado
las actrices y las de la música,… ¡Qué le vamos a hacer! Pero sin cena y al sofá!
–le garantiza Laura-. Ni siquiera dices que el
autor del romance es Santiago Delgado, el actor ‘Ssssssiiiilvadooor…’ Tú, hale,
sólo ojos para las mujeres, ¿eh, pícaro?
Van
saliendo despaciosamente del salón; no muestran prisa. Es una manifestación más
de la hechicería del escenario: hace hablar en Latín, con poderosos ecos
griegos, que se transforma en lenguaje universal y todos lo entendemos. No es
milagro: es encantamiento, la simbiosis de palabra, movimiento y presencia. Así
es el teatro. Cuando se ve. Y cuando se lee.
- Sí, se hizo acogedor el
ambiente. Parecía uno de los Salones de París del XIX, -se emociona Michel.
- Tú, con tal de decir que has
leído cosas de Francia… Pero eso no te libra del ayuno, querido: hoy no cenas.
- Vale. Pues no ceno. Pero no
lo cambio por el momento y el espacio en el que los actores y quienes estábamos
en el público nos sentimos protagonistas de un mismo momento, -transige Michel.
- Magnetizados por el teatro
hemos quedado. Y por la imaginación escrita de la autora. Diana de Paco, que se
encargó, además de la mirada amorosa a sus actrices y actores, de que las luces confluyeran en las transiciones
escénicas, –dice Laura.
- Si os soy sincera, -participa Teresa, espectadora de la noche, que
se suma a la conversación mientras camina con el grupo dialogante-, no puedo decir con claridad si
me ha gustado o no. Tuve momentos en los que me reí bastante, y, luego también, momentos
extraños. Pero lo que sí han conseguido es no dejarme indiferente, y salir de
la rutina. Y eso es un logro muy importante para mí.
Si la actuación se comenta es porque ha emergido el teatro sobre
las tablas del Museo de Bellas Artes. Es el puente teatral tendido entre público
y comediantes. A esto se le llama tener una visión dramática de la realidad.
Ahí han estado las palabras de Diana de Paco. “Es lo que veo y en lo que creo, aquí están las metáforas.
También lo que siento”. Señala
la actualidad de esta obra.
Diana, a través del humor, habla de lo que
somos y de lo que anhelamos ser, y rechaza cualquier lectura pesimista. Señala a
la luz, en un territorio posible: universal y personal, lo mires por donde lo
mires.