Otro molde en la mirada.
Narrar con diferenciada mirada cada lance como si de un paseante sin equipaje se tratase.
Corazón de flâneur.
1.-
Presencia dinámica de la Picaresca.
2.-
Los relojes en Francia: tiempo, historia y símbolo.
3.-
Alerta por atentado terrorista.
4.- Incendio en calle Saint Florentin.
Sentido y corazón
de flâneur.
París,
-puede ser también en Berlín u otro lugar-, ciudad monumental a la vez que
museo al aire libre, inclina a entender la actitud del flâneur. Con el artificio de lo
que es posible: la atención a las pequeñas cosas que ocurren en grandes sitios.
Obviamente, no somos como aquellos paseantes de las grandes ciudades, tan
fácilmente identificables en su tiempo: personas
sin rumbo, vagabundos vestidos con ropa respetable, despreocupados de lo monumental pero asombrados
ante los pequeños detalles urbanos, mirones de la ciudad y sus pequeñas
historias circunstanciales. Caminar lentamente por calles repletas de gente
proporciona un placer especial. Porque para pasear de verdad no debe haber una intención
determinada.
La palabra flâneur
tuvo una connotación abiertamente despectiva muy semejante a la de la palabra “vago”.
Hasta que el poeta Baudelaire la
ennobleció. Walter Benjamin,
situó al flâneurismo en lugar
distinto y nuevo, como un arte.
Benjamin
señalaba que para “perderse en una ciudad
como quien se pierde en un bosque es algo que requiere de cierto aprendizaje”.
Y para el auténtico flâneur, la búsqueda está en saber de los talleres
de artistas y en conocer las losas de los umbrales, sorprenderse ante la fugaz
aparición de los maniquíes en los escaparates o los carteles de los hombres-anuncio.
Un paseo de flâneur
es la sorpresa de lo que puede haber al doblar la esquina. La visión de lo
monumental e histórico no es de su interés y la deja para el viajero.
Propongo las siguientes
páginas en la mirada de
los menudos incidentes ocasionales.
__________________
1.- Dinámica
presencia de la Picaresca.
Intento
de pícaro engaño,
en
un paso de peatones.
Plaza
de La Ópera.
La
actividad de los pícaros (Picaresca) se da en todo el mundo. Con la
tecnología y las facilidades de la sociedad de la información, los trucos,
según los mejores resultados y sus variantes, se difunden, comparten y
practican en cualquier parte.
- Picaresca y situación
social van juntas.
- ¿Cómo es eso? A ver, dilo fácil.
- Los pícaros son una parte pequeña del ámbito social. Y su
presencia se nota, como a los mosquitos. Ahí están, siempre.
- ¿Y no hay manera de controlarlos?
- Tienen sus “razones” para querer estar. Los pícaros consiguen
dinero fácil, no mucho, mediante habilidad en el engaño a sus perjudicados.
- Pero eso no tiene por qué consentirse.
- Ya, claro. Pero los pícaros conocen muy bien las leyes
sociales. Y raramente las traspasan.
- ¿Qué quieres decir? ¿Que son astutos e informados?
- Algo parecido. Aprenden rápidamente y conocen los límites. Si
para entrar en la cárcel se necesita que el delito sea –por poner una
referencia, que no lo sé- de un mínimo de 300 euros, el pícaro o la pícara
calculan que no llegue a 299. Con lo cual, irán a Comisaría a declarar, pero no
se quedan detenidos y pueden continuar.
- Eso quiere decir que distinguen entre ‘delito’ y ‘falta’.
- Sí. Cuando una sociedad tiene problemas económicos y la
pobreza se extiende, una parte de la población, se inclina a practicar como
profesión estas acciones de pequeño beneficio y riesgo, pero de difícil
enriquecimiento.
- ¿Actos pequeños, dices? ¡La gente se asusta! Cuando a una
persona le quitan el bolso o le timan, el enfado es enorme.
- Sí, lo es. Causa susto y molestias, la sensación de sentirse
engañado o el engorro de tener que
reponer documentos.
- ¿Y cuando la sociedad va económicamente bien?
- ¡Ah, también hay más pícaros! Salen unos pícaros distintos
que, sin reconocerlo, sí intentan hacerse muy ricos, mucho.
- Ya, sé los que me dices: los que se aprovechan de su
influencia y presencia en Ayuntamientos, instituciones políticas, en bancos y en
empresas, de las que obtienen enormes cantidades. Estos son delincuentes de
altura.
- Cantidades que son de vértigo. Si sumamos lo que, con su
sueldo ganan todos los vecinos de mi calle y diez calles más, no llegarían ni a
la mitad de lo que uno de estos.
- Cantidades que son de vértigo. Si sumamos lo que, con su
sueldo ganan todos los vecinos de mi calle y diez calles más, no llegarían ni a
la mitad de lo que uno de estos.
- Y con tanto dinero, se buscan abogados muy especializados y
caros, para que la cosa les salga bien. Entre estos pillos hay artistas,
famosos y políticos… Pero superan a los pícaros: son claramente delincuentes y
el daño que causan es infinito.
- Pero, ¡ah!, bien vestidos, con la atención de las cámaras de
televisión, no producen inseguridad. Los pícaros, con su cercanía, sí. Modos de
percibir, ya ves.
- Tan listo como te crees, y si no te tomo con decisión del
brazo, caes en el enredo.
- Tampoco exageres…
- ¿Cómo que exagero?
- Como que vi que la
mayor de las dos arrojó el anillo al suelo.
- Seguramente en la cara llevábamos dibujado el reclamo de que éramos unos pardillos.
- Podríamos haberles fotografiado.
- ¡Ni se te ocurra! Que lo mismo nos hubieran montado un
teatro con lo del derecho de imagen y cosas así.
- El caso es que cae el anillo. La joven en correcto inglés
nos dice, con una sonrisa amplia y algún aspaviento, que hoy es su día
afortunado. (“Oh! I’m
lucky today!”)
- ¡Era gordo! Pero de agujero estrecho, para dedo meñique de mujer,
que tienen los dedos más finos.
- Nos señalaba la supuesta señal de contraste de que era de
oro auténtico, para convencernos.
- Y pasó a decirnos que si lo queríamos. Cambió de idioma y
hablaba en francés.
- ¿Y eso que significa?
- Era la señal para avisar a la cómplice, la mayor, ¡esa sí
que tenía pinta de rumana!, de que había ‘negocio’.
- Por eso se acercó sonriéndome…
- …Y yo tiré de tu brazo y cruzamos a toda prisa la calle,
alejándonos de allí.
- ¡Me hiciste daño! No me diste tiempo. Pero, bueno, enseguida
caí en la cuenta. Y más porque la frustración se reflejaba en la cara de ambas
mujeres.
- Estaba muy claro. ¡Uf… qué alivio!
NOTICIA-AVISO EN LA PRENSA
Un nuevo timo con un falso
anillo de oro prolifera en las capitales turísticas europeas.
Los estafadores, con apariencia
de ciudadanos de países del Este, consiguen pequeñas cantidades a cambio de la
supuesta joya.
El engaño consiste en coger del
suelo un anillo de oro (falso, pero con las marcas que identifican a los
auténticos) y ofrecérselo a la víctima como si se le hubiera caído a ella.
Posteriormente, el timador -personas jóvenes, de ambos sexos- afirma que no
quiere o no puede quedarse con la ‘joya’ y se la ‘regala’ al transeúnte.
Recogen del suelo el anillo que aparenta ser de oro y preguntan si se te ha
caído. Como le dices que no, ella intenta probárselo y dice que no le vale, o
que su religión le impide llevar oro, que te lo quedes. Y pide a cambio una
pequeña cantidad de dinero, «para tabaco» o «para un café».
===================
2.-
Los relojes en Francia: tiempo y
símbolo.
Las
funciones del reloj forman parte de la vida cotidiana. Constantemente, al ser
humano le ha preocupado el paso del tiempo; lo que hace con dispositivos de
movimiento regular, como el reloj, que comenzó como mecanismo público y a la
vista de todos –lo que supone un aprendizaje interpretativo-, y hoy disponemos
de objetos propios en cualquier parte de la casa y, por supuesto, en el brazo o
en el teléfono móvil o utensilio digital.
En
París, como en todas las ciudades del mundo, hay relojes para la mirada e
información públicas.
Mostrar
aquí los relojes es una referencia a la Revolución Francesa –la revolución
arquetipo-. Y destacar el suceso protagonizado por los campesinos franceses,
que atacaban a los relojes de las torres de los ayuntamientos y las iglesias y
los destruían, con la creencia de que, tras la demolición revolucionaria, el ritmo
sería otro. Con el acto y gesto de la abolición del tiempo se expresaba el
rechazo al poder.
El
mito de Cronos resurgido: el encargado del tiempo universal, Cronos, derrocó a
su padre, Urano, y gobernó hasta que fue derribado por sus propios hijos, (Zeus
entre ellos).
Metáfora
que habla del impedimento de iniciar un proyecto manteniendo la antigua manera de
medir el tiempo.
Disparar a los relojes.
Walter
Benjamin dedica una tesis a la exaltación del tiempo revolucionario. Un nuevo
orden que estrena también medida del tiempo, nueva cronología.
- … lo de destruir los relojes, no lo entiendo. Y me provoca…
- Valoras que, probablemente, sólo se trata de un acto
vandálico.
- Pues sí, la verdad.
- A ver, dime cuál.
- La acción revolucionaria quiebra los modos sociales
anteriores, la historia se interrumpe, y se hace de otra forma. La protagonista
es la clase revolucionaria.
- Pero tú crees que los campesinos de aquel momento sabían...
- Aunque suene a frase hecha, los campesinos, los artesanos,
los trabajadores es probable que no supieran lo que querían pero si tenían
claro lo que no querían.
- Bueno, si tú lo dices…
- En el siglo pasado, en 1968, mayo revolucionario francés,
por los bulevares se gritaba: “Seamos
realistas, pidamos lo imposible”.
- Muy bonito, vale. Pero eso de destruir…
- Te entiendo. Destruir es una acción negativa.
- En el destrozo se pierde mucho.
- El revolucionario quiere cambiar el mundo por otro: en el
que vive no le va bien y quiere otra sociedad. Y no se hace tortilla sin romper
el huevo.
En la Revolución hubo un incidente. Al caer la
tarde del primer día de lucha sucedió que en varios sitios de París, al mismo
tiempo y sin previo acuerdo, se disparó contra los relojes de la torres. Un
testigo presencial escribió entonces:
“Se
dice que, indignados contra la hora,
al pie de cada torre,
disparaban contra los relojes,
para detener el tiempo.”
Los revolucionarios franceses pretenden parar el tiempo pero, sobre todo, romper con el tiempo antiguo. Si el hombre podía modificar el tiempo cotidiano, podría cambiar todo lo que ocurriera dentro del tiempo.
La gran Revolución introdujo un calendario nuevo,
en el que el
año debía tener doce meses de treinta días cada uno, divididos en tres semanas
de diez días. Y las horas pasaron a dividirse en 100 minutos.
La Revolución Francesa, apasionante y compleja, marca
el fin de la edad Moderna y el comienzo de la Edad Contemporánea.
Creó
las comunas como forma de administración local, presididas por sastres,
curtidores, artesanos…, que sustituyeron a la nobleza y al clero en el gobierno
de las poblaciones.
Y
una nueva práctica, ante la desconfianza revolucionaria en la justicia, se resuelve con la elección
periódica popular de los jueces.
Transformaciones
no sólo políticas y económicas; también de actitud, con el ejercicio de
la libertad estrenada
______________
Nota de paseo.
Ilusión: habitar en
este ático.
Está
cerca de los Campos Elíseos. (Al mitológico Cronos lo enviaron a gobernarlos).
Se ve desde lo alto del Arco del Triunfo.
Se
necesita, cuando menos, un sustancioso premio en la lotería, para hacer realidad
a lo que sólo es sueño.
Vivir
aquí en primavera y en otoño. Invitar a los amigos. Nada más pensarlo, una
gozada. Y mirar al sueño no cuesta nada.
====================
3.-
Alerta por atentado terrorista.
Uno
de los principales temores, percibido como una amenaza, que más preocupan a los
franceses es el terrorismo yihadista islámico. París había sufrido, en los
últimos días de junio, un ataque terrorista: atentado por el que un islamista ataca una empresa de gas en Lyon,
tras decapitar a su jefe, hubo varios heridos. El objetivo sobre Francia es
perceptible y definido.
Simultáneamente, en un hotel del sur de Túnez, un
ataque a tiros deja 27 muertos.
- En esto del terrorismo, deduzco que coexisten dos modos de
información a los ciudadanos: la intencionadamente expresa y la intuitiva sobrentendida.
- Complicado, vaya…
- Pues que las autoridades políticas, supongo, informan de sus
acciones y, además, quieren transmitir un mensaje de protección y tranquilidad.
- Desde el presidente de la República hasta el último
responsable en esta lucha, hablan de permanente trabajo en la seguridad.
- “Todos
los medios para proteger a nuestros ciudadanos”. Transmitir
esa certeza. Sí. Que la ciudadanía tenga la sensación de estar protegida.
(No es un juego: observa y encuentra a los tres militares)
- Tienen a la policía investigando, que no se ve. Y, además,
para que se perciba, lo elevan a categoría de asunto de Estado: el Ejército en
la calle.
- La práctica simultánea de lo visible y lo invisible. Lo que
se puede saber y lo que no.
(Patrullas
de 3 soldados, silenciosos, que casi se integran en el paisaje. No miran directamente
a la gente. Se desplazan despacio, sin estrépito. En cualquier punto de
concentración: aeropuertos, metro, estaciones de tren y autobuses, museos,
jardines,...).
(No hice más fotos,…
por si acaso).
- Días después, la prensa informaba de más de treinta
detenidos.
- Mensaje de la eficacia en los resultados, aumento de la
sensación de seguridad.
- Parece indispensable la coexistencia de lo explícito y de lo
oculto.
- ¡Qué quieres que te diga! El lado oscuro de las acciones, la
excepcionalidad suele inducir a sospecha. El ciudadano, más allá de la
confianza en sus instituciones, quiere saber.
- Otro detalle de la doble expresión público-reservado: las
papeleras muestran su contenido.
- Papeleras, al fin y al cabo.
- Algo más que sólo eso.
- Ya estamos con los misterios…
- Por un lado, permiten ver qué hay, qué se tira, en
prevención ante paquetes sospechosos.
- ¿Y qué más?
- Colaboración ciudadana: en lo que se echa ahí y avisar de
algo raro.
- Bueno. La importancia está en que no se puede difundir la
estrategia de gobierno: los principales beneficiados serían los terroristas.
- Sí, está bien. Pero no hay que descuidarse. La exigida transparencia
en las cosas del ciudadano y el silencioso secreto en las gestiones de gobierno
deben de ser equilibradas.
- Es la simbología de la trasparencia, nada que ocultar: las
papeleras, visibles; las bolsas, transparentes.
- Parece indispensable la coexistencia de lo explícito y de lo
oculto.
Francia
conoce de operativos y de prácticas terroristas. Los sufre. Y algunos de los
suyos, en un pasado ya lejano, hicieron atentados, tanto en la ocupación
alemana, como en la guerra de Argelia; además de acoger como refugiados a
terroristas diversos, como los de ETA.
Pero
no puede negársele su capacidad de acogida al exilio y su defensa de la
libertad.
Una pregunta retórica, sin respuesta, sobre qué se diría
en España si se saca el ejército a la calle.
Dos
notas de sabor.
Una.- Las normas de
París son estrictas en lo que al consumo de alcohol en la calle se refiere, aun
en las terrazas en la acera.
Dos.- Croisants deliciosos.
En tres ocasiones, al pasar junto a una panadería o confitería, el aroma de los
croisants me ha llamado poderosamente. Y he acudido a su reclamo. El sabor
comprobado es una complacencia. No son ganas de comparar, pero lo recién hecho
por quienes tienen la fama y han de mantener una exigente clientela es
indudable: es la experiencia de lo auténtico. Recomendable.
==============
4.- Incendio en calle Saint Florentin, cerca de la plaza de la Concordia.
Una
casualidad es la de que, en esta tarde, presenciara el inicio de un incendio.
Es un siniestro importante, en el último piso de un edificio. Ya que estoy en
lugar de privilegio visual, quiero quedarme para ver la evolución y cómo
funcionan los bomberos en París.
El lugar se va llenado de gente. Y de policías. Al
principio, el control es de la Policía Nacional: por si es un atentado. Luego
le sustituirá la Policía Local.
1). - La gestión de
la cabeza pensante que ha de dirigir a los Bomberos: quien tomara las
decisiones según la situación no calibró la importancia del siniestro, pues
hasta tres veces hubo que cambiar de camión-grúa elevador. Por el interior del
edificio no se podía acceder. Y el fuego continuaba en su imparable
devastación.
2).- Agentes de Policía que se desplazan en patines. Es curioso. Y son ágiles en sus movimientos para llevar los recados de un lado a otro del operativo.
3).- Un frustrado
repartidor acaba insultando, en tono machista, a una agente de policía que no
le deja acceder a la calle del incendio.
Hay que recurrir a
la foto.
El
individuo de la derecha es quien conducía la furgoneta gris que tiene detrás.
La
agente le hizo detenerse y le opuso la valla cuando el coche encaraba para
entrar en la calle del incendio. El conductor es informado para que retroceda
un poco, se incorpore a la circulación y tome hacia otro destino. Se niega. Es guiado
por la agente a retroceder y que deje libre el paso a la calle del incendio, que
está cortada e impracticable al tráfico. Va a salir el camión de bomberos y
entrará otro.
El
hombre entabla discusión airada con la agente, pues no lo estima ni cree así
como se le indica, y que él tiene algo importante que entregar en esa calle. La
discusión va elevándose de tono y los espectadores atendemos más a la escena
que a la lenta resolución del incendio.
Cuando
se discute acaloradamente se habla muy rápido y no resulta fácil apreciar las
frases en francés; aunque sí los gestos, sobre todo los despectivos del hombre
hacia la agente.
La
mujer policía le indica que se vaya deprisa, y se apoya en el silbato:
- “…Vite, vite…!”
Se llega a un punto en el que el conductor le
dice algo así como
- “¡Mujer tenías que ser!”
Con
lo que la agente extrae de su bolso, primero, un bloc supuestamente de
notas-denuncia.
El
hombre sigue en su griterío opositor a la labor de la autoridad y se niega a
enseñarle la documentación identificadora. Y le dice que le permita pasar y ya
está. Ante el desapego del ciudadano, la agente toma el móvil y hace fotos al
hombre y a la matrícula de la furgoneta. El personaje se muestra irritado y
fuera de sí…
Interviene
otro agente, que le habla, le toma del brazo y lo lleva hasta su furgoneta,
conminándole a que se vaya y no empeore las cosas. Mientras, la mujer policía
concluye sus apuntes.
Y
hasta aquí, porque el hombre dice que se espera a que termine y que ahí no
dificulta el paso.
Ya
está bien de mirar. Me voy.
Mientras
bordeo, se produce un revuelo. Hacen su aparición en la avenida, cinco agentes
de policía notablemente distintos en su uniforme y en su decisión al actuar,
subidos en potentes motos con sirenas estridentes. Se encargan de abrir paso
mediante maniobras y gestos, y lo consiguen, a una cohorte de coches oficiales. Importante debe de ser…
Reunión en la
cumbre por el asunto de Grecia.
Y
es que uno sigue siendo de pueblo, de Ceutí, donde la iglesia parroquial es la
de María Magdalena.
Y
me atrae conocer un templo dedicado en París a Magdalena, una mujer de
demostrada inteligencia, de gran capacidad e influencia en el entorno de
Jesucristo.
Dejo
esta breve constancia
de mi visita.
-------------------------
Nota
viajera.- Regreso en el metro.
El
día ha sido largo y mucho tiempo de pie. Cansado, decido regresar en el metro.
El
metro de París está bien señalizado y no es difícil entender las direcciones
que hay que seguir para llegar a la parada de la calle Poissonière, próxima al
hotel.
El
viaje en metro es entretenido, con los músicos que se introducen en los vagones
y desgranan canciones, solicitando después a los pasajeros una contribución
económica.
El
día anterior fue un muchacho que cantaba en español. Hoy un acordeonista que expande
notas de melodías relacionadas con París.
Hablo
con una mujer que viaja a mi lado y que antes la he escuchado conversar por
teléfono en español. Me informa de que no todos los músicos pueden acceder al
metro; sólo aquellos que, ante la empresa de transportes, demuestran una mínima
calidad exigida.
Regreso
despacio, cansado.
Quizá
el mundo sea un caos, y haya que pintarlo en un claroscuro amable.
Concluye
el día, ya en el hotel, con el repaso y anotaciones en los apuntes.
Escribir
de las cosas sencillas invita a otros pensamientos, sobre lo que hay. Cada
geografía engendra una poética diferente y crecen otras historias, nuevas en tono y aliento a las que hasta
ahora habíamos abordado, en la sugestión de enmarcarlo, envolver estampas de memoria.
No hablemos más. Es el silencio del crepúsculo.
La quinta entrega me ha gustado también. Mi hermano y mi cuñada francesa, las han leído y me dicen que te felicite.
ResponderEliminarAmeno y bien narrado, divertido, tu quinto fascículo.
Lo de la picaresca es propio de los países mediterráneos.
Lo de la agente de policía y tu observación de los hechos, genial.
Demostración de que en todas partes cuecen habas: en Ceutí, en Murcia y hasta en el París de la France.
Espero la sexta entrega.
¡Qué recuerdos! El timo del anillo, cuántas veces lo intentaron con toda la gente que íbamos... y el plan Vigipirate y la impresión de los policías y soldados armados por las calles... Incendio no pillé, pero sí falsa alarma de bomba en Orly, a la vuelta, con evacuación de la terminal y explosión controlada del elemento sospechoso. Toda una experiencia. Cuando nos "barrían" hacia la salida llevaba yo al lado un señor de paso rápido, parejo al mío, pero con pocas ganas de alejarse mucho, al igual que yo, o eso me pareció, y cuando lo miré era... el ex-ministro Solbes!
ResponderEliminar