lunes, 20 de julio de 2015

París, mirada y andanza, (parte II).


CINCO DÍAS EN PARÍS. (CINQ JOURS Á PARÍS)


   PARÍS
    PARÍS ULTRAJADO
    PARÍS ROTO
    PARIS MARTIRIZADO                      PERO PARÍS LIBERADO.








(Mireille Mathieu – “Sous le ciel de Paris”, que puedes escuchar ‘pinchando’ en:

      Referencia a un período histórico, (el de la primera mitad del siglo XX, con las dos guerras mundiales), recoge la apreciación de lo que los continuos rectores sociopolíticos han pretendido que se entienda y viva como aliento de lucha por ser, de la ciudad y sus moradores.

       Pasear por París, reconocer las actitudes de identidad y hablar de la ciudad es el objetivo. Para ello, hay que situar la mirada y la percepción de las diferentes atmósferas parisinas en un doble plano:

 1.- Lo que es simbólico –incluso tópico- en cada área de la Ciudad de la Luz. Que el comentario sea breve, pues todos sabemos de París, sus espacios y entornos monumentales.


2.-  Hablar de un hecho, sea anecdótico o de cierta importancia, que refleje una particular vivencia que se puede observar o haber vivido y la advierte.

Los grandes bulevares

     En 1670, Luis XIV de dice suprimir las fortificaciones con el fin de desarrollar el nuevo curso de los Grandes Bulevares, plantadas filas de árboles diversos y con una amplia nave central. Bajo Luis XIV, hoteles y extravagancias se multiplican, con grandes jardines a lo largo de esta arteria repleta de cafés de moda y Teatros.
       
        En la Restauración de la Monarquía sus dos polos son el bulevar de Gante (o de los italianos), donde se reúne la juventud rica y elegante, los dandis de linaje, y el bulevar du Temple, más popular, fue apodado bulevar del Crimen por los melodramas sangrientos que se representaban en sus muchos Teatros. Después de 1900, el centro de lujo y del placer se desplazó a los Campos Elíseos.
“…La Luna llena sobre PARÍS...”
    Lobo hombre en París”: canta ‘La Unión’, puedes escucharla mientras lees; si ‘pinchas’ en: https://www.youtube.com/watch?v=cdjS7d6ZJpE).

                A la llegada, está nublado. Se percibe un resplandor del momento álgido de la Luna: no se la ve, pero está ahí.
Calor. Un día por encima de 38ºC. Los parisinos llaman a esto “la canícula”, (con acento en la última a), fenómeno veraniego pasajero, ola de calor o así, extraordinaria y hasta desquiciante.

            París es una obra profundamente urbana. Con sus ángulos, desconcierta y produce un fuerte extrañamiento.

          Los franceses, concretamente en París, aplican esto de la exaltación nacional. Hasta el punto de prefieren señalar que lo ignoran antes de decir algo que pueda afectar negativamente a la consideración y grandeza de Francia.



“Hay un pacto
veinte veces secular
entre la Grandeur
de la France
y la libertad del mundo”.
   ¡Ah, la Grandeur!, que pensadores, escritores y líderes inspirados han mantenido.

   
 El presidente De Gaulle (que puede ser considerado el último con carisma, o el primero de la 5ª República) aprovechó la oportunidad de su popularidad tras la segunda guerra y situó en alta expresión: "La France ne peut être la France sans la grandeur". (“Francia no puede ser Francia sin la grandeza").

              (Cuando De Gaulle perdió el referéndum de 1969, se retiró a su pueblo. Le sustituyó G. Pompidou. Un periódico publicó un chiste gráfico en el que, aparecía en televisión el nuevo presidente, De Gaulle llamaba a su esposa para decirle:

       -         Ven a ver al presidente de ma Republiquemi República-).

      Todos sabemos de París, hayamos estado o no, de sus símbolos y referencias. Esta ciudad es un cruce constante de historia y leyendas grabadas en placas y monumentos, en puentes y obeliscos, que conforman sus múltiples señas de identidad.
     Los monumentos son realidades históricas constantes, llaman al visitante y no defraudan.
      
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Bulevares y Pasajes: identidad de París

Bulevar Haussman visto desde Galerías Lafayette

    Se produjo una importante y decisiva transformación de París: Les Halles (mercados cubiertos) se convierten en centros comerciales, en el corazón de la capital, pretendiendo solucionar los problemas de circulación y de higiene, (que no acaban de remediar).

  El barón de Haussman recibió el encargo de Napoleón III de llevar a cabo un programa de reformas en París. Su obra alteró gran parte de la ciudad medieval y transformó más de la mitad de los edificios de París.

        El objetivo era urbanístico y comercial: dotar a París de grandes vías de comunicación. Pero el fin más serio y oculto de esta transformación era recuperar el control político de París, posibilitando que las fuerzas del orden accedieran con facilidad a los barrios obreros, pues las estrechas calles los hacían fortalezas y centro de rebeliones.
    


  Se desmantelaron áreas completas, que fueron reemplazadas por los bulevares. 
    La zona se convirtió en una concentración de mansiones, comercios, teatros y cines 

     La zona alcanzó su apogeo en el siglo XIX, convirtiéndose en sitio de paseos y placer, lugar donde ver y dejarse ver. Se construyeron los típicos pasajes cerrados de la época que ofrecían un lugar para pasear al abrigo de las inclemencias del tiempo. 

     Para el paseante, una de las zonas más bellas de París es la de Les Halles; en la que hasta hace poco, la población se dedicaba al comercio. Hoy es una miscelánea de gente de toda ocupación y nacionalidad. 
     Los viejos mercados y cobertizos de origen medieval se transformaron en grandes almacenes en la época moderna, y acabaron siendo desplazados fuera de París en el siglo XX, cuando surgieron los nuevos sistemas de comercio.

     Las perspectivas abiertas a través de largas calles rectas se corresponde con la tendencia en el siglo XIX, de ennoblecer las necesidades técnicas mediante una planificación artística.

 También la lucha de barricadas, los ferrocarriles, la camaradería, el movimiento social, la Bolsa, la Comuna…

Esto es lo que el viajero quería ver

 -         Abuelo, no lo comprendo. Y veo que escribes ‘barón’ con ‘b’.

-         Anaïs, estamos hablando de un cambio muy importante en una ciudad grande. Lo de ‘barón’ es un título de noble, como lo de marqués o duque…

-         Tampoco sé eso. Puede ser verdad lo que dices, pero no entiendo cómo hacer calles largas,  anchas y rectas sea una excusa para controlar a los obreros y a los pobres.

-         Siento que lo entiendas así. Es un cambio profundo en una ciudad que se había quedado atrasada. Se pasó de calles pequeñas, en círculo alrededor del centro de la historia de París, a calles rectas, amplias, enlazadas unas con otras, haciendo más grande París.

-         Y eso ¿qué tiene que ver, Antonio, con todo esto, si dices que se convirtió en una ciudad bella?entra en la conversación Paula, la amiga de Anaïs.

-         Pues que si se cambia una pieza en el juego, cambia todo el juego. Y aquí se cambió mucho.

-         Sigo sin entenderlo, abuelo, -se impacienta Anaïs.

-         A ver,… puede resultar un poco enrevesado para vosotras, pero tengo que decirlo. Ya lo comprobaréis cuando, de mayores, vayáis a París y paseéis por sus calles.

-         Yo lo que quiero es ir a Disney World, abuelo.

-          Y yo también, Antonio, -manifiesta Paula.

-         Pues decidlo en casa, a ver si vuestras familias se animan.

-         Te hemos cortado el rollo…, -dice Paula.

-         Sé que decir esto y que se entienda, es difícil. Pero tenía que comentarlo.

-          Pero es que hablas para personas que ya han estudiado más que nosotras, -indica Anaïs-. ¡Dices unas palabras!

-         Las ideas se hacen con palabras, queridas niñas.

-         ¿Hacer cosas con palabras…? –se extraña Paula.

-          Y ahora, abuelo, te toca decir que ya lo entenderemos.

-          Sí, lo entenderéis. Yo lo digo ahora, que puedo.

-         Pero si pudiera ser en forma de cuento o algo así… -sugiere Paula- que fuera más entretenido.

-         Sí, Paula; podía haberlo contado como: “Érase una ciudad que estaba sucia y anticuada. Sus habitantes estaban de malhumor y se peleaban unos contra otros, pues muchos eran pobres, otros trabajadores y no ganaban el suficiente dinero”. Sigue tú, Paula.

-         “…Un día el emperador llamó a su arquitecto y le dijo: “¡Quiero una ciudad limpia y nueva, donde no haya oscuridad en las calles, y en la que el alcantarillado vaya por debajo de tierra y, así, no haya malos olores ni ratas, ni enfermedades!” Y el arquitecto llamó a los obreros y empezaron a trabajar.

-         Y construyeron edificios nuevos y grandes, -continúa Anaïs-, con tiendas bonitas con muchas cosas: ropa de moda, y las viviendas encima de las tiendas, que las habitaron los comerciantes y la gente de negocios, también algunos artistas.

-         …Y la gente salía a las calles para encontrar amigos, los niños a jugar entre los árboles, los novios, para hablar de amor,… - prosigue Paula.

-         Muy bien, chicas. Pero no todo fue tan feliz. Aunque el resultado es París.

      -         Y aparecieron los hoteles, teatros y sitios de espectáculos. Todo el mundo habla de lo bonito que es París, -dice Anaïs.

  -         Pues si lo que os cuento lo veis duro de entender, no sé si hablaros de lo siguiente, de los Pasajes.
-         Tú, dilo, Antonio. Pero hazlo fácil.

-          Ahora leeréis lo de los Pasajes; que además de la novedad, es algo digamos… intelectual, erudito.

-          ¿”Eru”... qué? Luego, abuelo, te quejas de los sabihondos. Anda que la palabra…

-      Cuando vayamos a Disney-París lo mismo sabemos algo más, -intenta conformarse Paula.

-         París bien vale el esfuerzo, niñas.

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Y los PASAJES, que se verán a continuación...

2 comentarios:

  1. Interesante historia la que cuentas de París. Ojalá muchas ciudades hubieran acertado como los parisinos a pesar de haber tenido que destruir la ciudad antigua.

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  2. Yo, la verdad, disiento un poco. Me parece que París perdió encanto, tiene grandes cosas pero es toda muy igual, todos los edificios del mismo color y estructura, todos los techos iguales con sus chimeneas... Todo gris o beige, sólo rompen la monotonía las modernas moles de cristal o lo poco que queda pre-Haussmann. Bueno y casi me volví loca porque vi un edificio ¡rosa!, ¡uno, algo es algo!. Todo lo que se perdió del París medieval es incalculable. Quizá también me molesta el agravio comparativo, cuando digo que aquí en Murcia destruyeron los baños árabes para hacer la Gran Vía, o sea lo mismo que se hizo en París pero a menor escala, y se hizo una calle ancha, saludable, que facilita la comunicación, con edificios interesantes (pero que no conocemos porque son "de aquí") y que queda espléndida como escenario de los grandes desfiles de nuestra ciudad, la gente se pone a maldecir a aquel infausto alcalde, a la vez que alaba el destrozo de París... pues no lo entiendo.

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